miércoles, 27 de febrero de 2013

“ Desde el balcón la vi, perderse en el trajín, de la Gran Vía. . ”

Ahí está, curvada cual duda al atardecer, encogida del frío cicatrizante que la rodea. La ves, desde lejos claro, la observas y no sabes lo que sientes. Analizas cada centímetro de todos aquellos que tú mismo un día pudiste recorrer, de los que recorriste. Repentinamente siente más frío del normal, te siente, te intuye, esboza una sonrisa, que tú, extrañamente imitas, pero no es realidad, su sonrisa viene marcada por la añoranza, por el miedo, las dudas y el peligro de arriesgar.

Acaricias en tu mente cada poro de su piel, absorbes tan profundo el aire, que sientes su olor en tu sien. Cierras los ojos, sabías que ahí estaría, dónde tú la dejaste, dónde tú, fríamente le pediste paciencia, tiempo y espacio. Y es cierto, ahí está enfundada en sus cascos color vacío, absorta en un mundo abstracto de palabras, ritmos y sensaciones, entre las que disgustosamente estás tú. Lo que no esperabas era lo que sucedió, lo que no querías era lo que tuviste. No habló, ni siquiera se quitó los cascos. Su mirada, la que antes te gustaba encontrar, la que le pedías observar, te bastó.

Te echó de menos, mientras te tuvo, mientras te tuvo sin tenerte, cuando te fuiste y ahora que la observas. Lo seguirá haciendo, pero tú eso, no tienes que saberlo. Gritará, saltará, sonreirá y tú también lo harás. La olvidarás, ya la has olvidado, y lo sabe. Y prefiere no recordar el corte de tu piel, la marca de tus labios, ni el cosquilleo de tu mirar, aunque inevitablemente, cada noche se duerme reconstruyendo minutos y palabras, maldice el miedo, la mentira y los pretextos. Echa de menos la cordura, las ganas y el deseo. La fuerza y la valentía. La presencia de tus palabras, las que le dijiste antes de irte. A aquel que la observa desde el muelle y que la ha olvidado.

Te echará de menos a ti.


Y ahí está, todos tenemos un sitio en el que sentirnos protegidos, entre la naturaleza, dónde sólo estás tú, no hay nadie, ni nada más. Y te sientes nuevo, tranquilo, dispuesto a enfrentarte de nuevo a lo que hay al otro lado de tu espalda, a lo que el mundo te tiene preparado.

Botas puestas, vamos allá.