jueves, 21 de agosto de 2014

Luchar contra el deseo en plena madrugada, es como intentar que el miedo salte por la ventana.

Paralizada, a las cinco de la mañana. . . 

Quise huir. Pero como siempre pasa, algo me detuvo. Quise huir cuando te vi, sabía que querrías irte. Quise huir cuando te acercaste, y también antes de irnos. Quise huir siempre, porque es a lo que me he acostumbrado, supongo que para protegerme, o para no recordar cómo es una huida desde el otro lado, cuando no eres tú mismo quien huye. No estaba preparada para volver a ser espectadora, y quise huir.

Quise hacerlo con tantas ganas, que casi lo consigo. Pero hubo algo, desprendiste algo que me bloqueó. Puede que fuese tu olor, tal vez fueron tus risas, o quizá esa mirada, con la que se consigue todo, ahora, no lo recuerdo muy bien. Pero quise huir.

Cuando escuché el primer te  echo de menos, cuando leí las ganas de tumbarte en mis lunares, cuando sentí tu aliento recorrer mi vientre, quise huir. Y quise hacerlo, porque sabía que antes o después, tu harías eso mismo, y no estaba dispuesta a dejar que eso pasara, otra vez. Huí. Me equivoqué.
Y no volví, otra vez me equivoqué, o tal vez no, ¿Estuviste ahí?




Quise huir, de hecho, huyo todo el tiempo. No pretendo que me busques, simplemente encontrarme, no 
quiero que te vayas, sólo sentir en mi estómago las ganas de ir a buscarte y tirarte al suelo sonriendo, abrazando cada instante.

Quise huir, y antes de ti, lo hice. Huí incluso cuando llegaste, me diste miedo, no merecías mis fantasmas. No mereces mis miedos. No necesito un salvavidas y de ser así, no quiero que seas tú, porque tú, deberías ser mucho más que eso. Huí hasta de mi misma, me escondí al fondo de todo lo que creía conocer de mí, para no volver a derrumbarme.

Supongo que se trata de tiempo. ¿Del tuyo? ¿O del mío?  ¿A qué exactamente estarías dispuesto si te pidiese parte de tu tiempo?



Cuando aquello que quieres, es difícil de conseguir, 
sacas todo tu arsenal y entras a la batalla.
 Luchas por lo que quieres. Y lo cuidas.



miércoles, 7 de mayo de 2014

Acostumbrada a escapar de la realidad, perdí el sentido del camino.

¿Seré como una droga a la que nadie se quiere enganchar y a  la que todos son en cierto modo, adictos? ¿Será ese el problema?

Durante demasiado tiempo he estado preguntándome cuál podría ser la solución de tanta caída absurda, de tanto teatro fácil y de tanta tragicomedia amarga, sin darme cuenta que me estaba haciendo la pregunta incorrecta. He estado perdida mucho tiempo, de hecho sigo en ese estado, deambulo de un sitio a otro, me alejo de quienes dicen protegerme, huyo de lo que cualquier chica desearía, cargo con un sinfín de temerosidades que no corresponden a mi persona, simplemente por miedo a no saber ser, quien de verdad debería ser. Por miedo a que lo que dicen sea falso, o simplemente menos bueno. Por miedo únicamente a recibir la negativa, a decepcionar,  a equivocarme siendo realmente yo, de ser así, no tendría a quien culpar.

Lo he intentado, he intentado huir de quien me hacía daño, he intentado refugiarme en quien me prometía seguridad, he llegado corriendo a los brazos de quien me dijo que debía perder el miedo. Y siempre, siempre caí al vacío. Pero no me dolió todo lo que me merecía que me doliese, porque estaba anestesiada, y no era yo. De haber sido yo misma, habría muerto tantas veces que incapaz sería de renacer.

Aún así, hubo quien decidió quedarse firmemente, aunque quemase, aunque arañase el alma, se quedó aunque me matase cada noche, se quedó a pesar de doler más allá de lo imaginable, no se fue y no desistió. Puede que hiciera más daño que beneficio, y a pesar de mis huidas y de mis intentos de vuelo, absurdos, siempre acababa frente a frente. Siempre acababa en sus brazos, hasta que sin más me fui y cuando miré hacia atrás solo escuché en un tímido eco mi nombre, me envalentoné y seguí subiendo.

Supongo que para todas las drogas hay cura.



O será que en el fondo sólo soy una persona de esas que prefieres tener cerca, y entonces la culpa de todas mis dudas, no es mía. Probablemente la culpa sea de quien no es capaz de avanzar sin oler mi aroma, o sin oír mi risa por las mañanas.

jueves, 3 de abril de 2014

Aunque pensándolo bien, ¿cuál sería nuestro futuro?

Lo que tienes, ¿es lo qué quieres?

Lo sé, es jodidamente difícil responder, pero no te equivoques, no tiene trampa solo, para un momento todos tus relojes, siéntate y cierra los ojos. ¿Qué ves? ¿A quién? ¿Es lo que quieres? ¿Es a quien quieres? ¿O simplemente es a lo que te has acostumbrado?

Nunca he sido una ambiciosa, pero sé cuando tengo lo que quiero y cuando lo que tengo es el pasaporte a mi objetivo. Y ahora mismo, estoy en pleno vuelo. No tengo exactamente lo que quiero, estoy cómoda dónde estoy, pero no es dónde quiero estar. No hago realmente lo que quiero hacer, pero sé qué es lo que tengo que hacer, sé que ahora mismo es mi deber. Y no por ello olvido cual es el final, cual es mi meta.

Probablemente no sepa dónde es, en qué lugar, y con total seguridad me cueste más de una vida conseguir todo lo que quiero, es más os puedo asegurar que moriré, y me habré dejado algo en el tintero, pero ni se os ocurra pensar que no habría mordido por llegar, por conseguirlo.

Tú, tú eras algo que quería, pero me convenciste de dejar de hacerlo. Todavía hay noches en las que me resisto y araño la pared de mi habitación contra la que respirabas, pensando que te dolerá. Pero seguramente tu estés en no sé qué lugar, aunque sí sé que no será el que quieres.


Te has conformado, te has olvidado de soñar o de perseguir lo que quieres realmente. Te has acomodado y ahí no quepo yo, no he sido jamás conformista, pero sí una leona, y yo lucho por llegar a tener lo que sueño, y en toda lucha siempre hay bajas, siempre hay pérdidas, en mi lucha tú, eres eso, esa batalla perdida. Me cansé, me agoté de olvidar mi nombre, de olvidar mi piel, me dediqué a instalarme en tus lunares y a encogerme en tus sudaderas, pero se me olvidó que dejé de ser yo.

Pero tú, ¿es a ella a quien quieres? ¿es ese trabajo el que quieres? ¿es ese lugar en el que quieres estar?
Si la respuesta fuera sí, no me habrías pedido ayuda. Y a pesar de que yo jamás dejo a nadie en el arcén, contigo, con el corazón en el puño y los ojos desbordados de lágrimas, he tenido que acelerar, que pasar de largo. He creído morir, casi doy marcha atrás, pero ya no puedo más.

Te empeñas en ir en dirección opuesta a mí y en cambio me buscas una y otra vez para provocar el choque.

Eres lo que quiero, pero tengo demasiados partes y en ninguno me aseguras tregua.



Y se acabó.
Pronto pasará.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Saber decir adiós, es crecer. Vamos a matarnos, vamos a despegar-nos.

Respiras y no consigues llenar tus pulmones, algo te lo impide. Es la lágrima a la que obligas a abstenerse de caer. Por tu orgullo, ese que hace algún tiempo tenías olvidado, ese que te hacía ser tu. Por él, hoy le estás haciendo honores, y has dicho que no, que aunque no puedas más te tienes que abstener, ya está bien.

Y sabes que hoy no era el día de sacarle brillo a tu orgullo, ni a tu valentía, no. Hoy más bien era el día de estar encogida entre sus brazos, mecida bajo su sonrisa, o arrinconada en el lado de eso horizontal que hay en su habitación. Hoy era el día de dejarse tripular por el viento de su respiración, así que imaginaos lo jodido que estará siendo subirte a lo más alto de tu montaña y decir, ya no más.

Hay cosas que duelen cuando ya no está, cuando se van, personas que arañan cuando están desapareciendo y que se agarran a tus piernas como si tu ombligo fuese su hogar. Y tú enfurecida como un huracán te intentas desquitar, aunque no sabes si realmente es lo que quieres. Y en realidad ya estás cansada de hacer lo que tienes que hacer, lo que es bueno para ti, porque ni eso a veces ha sido buena idea, así que mejor te ignoras. Y te encuentras al borde de tu K2 particular, tu reto más difícil.

Tú no lo elegiste, nunca eliges, porque sabes que eso no es lo mejor, lo mejor es combinar, lo mejor es sacar un poco de ti para todo y todos, pero eso sí, no dueles y como no dueles, ya está bien.

Seguramente te dejarás cosas en su tintero, probablemente se las lleve el viento cuando un día entre en el mar a dejarse llevar, o quizá vuelen a su lado en uno de sus aviones, o de repente sin más te caigas en sus pensamientos, pero como siempre no te lo hará saber. No debería avergonzarle,  elegir no se nos da bien a todos, y equivocarnos es el primer paso para aprender. El problema está cuando te equivocas de persona, cuando te equivocas de jugador, y atacas a tu defensa.


Te van a golear. 



No estoy, ya no estoy en tu piel. 
No soy para ti.