miércoles, 7 de mayo de 2014

Acostumbrada a escapar de la realidad, perdí el sentido del camino.

¿Seré como una droga a la que nadie se quiere enganchar y a  la que todos son en cierto modo, adictos? ¿Será ese el problema?

Durante demasiado tiempo he estado preguntándome cuál podría ser la solución de tanta caída absurda, de tanto teatro fácil y de tanta tragicomedia amarga, sin darme cuenta que me estaba haciendo la pregunta incorrecta. He estado perdida mucho tiempo, de hecho sigo en ese estado, deambulo de un sitio a otro, me alejo de quienes dicen protegerme, huyo de lo que cualquier chica desearía, cargo con un sinfín de temerosidades que no corresponden a mi persona, simplemente por miedo a no saber ser, quien de verdad debería ser. Por miedo a que lo que dicen sea falso, o simplemente menos bueno. Por miedo únicamente a recibir la negativa, a decepcionar,  a equivocarme siendo realmente yo, de ser así, no tendría a quien culpar.

Lo he intentado, he intentado huir de quien me hacía daño, he intentado refugiarme en quien me prometía seguridad, he llegado corriendo a los brazos de quien me dijo que debía perder el miedo. Y siempre, siempre caí al vacío. Pero no me dolió todo lo que me merecía que me doliese, porque estaba anestesiada, y no era yo. De haber sido yo misma, habría muerto tantas veces que incapaz sería de renacer.

Aún así, hubo quien decidió quedarse firmemente, aunque quemase, aunque arañase el alma, se quedó aunque me matase cada noche, se quedó a pesar de doler más allá de lo imaginable, no se fue y no desistió. Puede que hiciera más daño que beneficio, y a pesar de mis huidas y de mis intentos de vuelo, absurdos, siempre acababa frente a frente. Siempre acababa en sus brazos, hasta que sin más me fui y cuando miré hacia atrás solo escuché en un tímido eco mi nombre, me envalentoné y seguí subiendo.

Supongo que para todas las drogas hay cura.



O será que en el fondo sólo soy una persona de esas que prefieres tener cerca, y entonces la culpa de todas mis dudas, no es mía. Probablemente la culpa sea de quien no es capaz de avanzar sin oler mi aroma, o sin oír mi risa por las mañanas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario