Dime adiós. Dímelo porque si no, no podré irme. Y aunque sea
lo que menos quiero es lo que más deseo. Necesito desaparecer y no tener nada
por lo que preocuparme. No sé qué será de nosotros más allá de esto, creo que
nunca deberíamos haber ido contra la
barrera que teníamos delante de nosotros y al final míranos.
Déjame ir, no vengas a por mí, no busques nada de mí,
pensándolo bien, hace tiempo que ya no lo hacías, entonces, dime adiós.
Aquí no hay finales, porque nunca hubo principios. Aunque me
encantaría saber qué hacemos todavía aquí, es tan absurdo. No se trata de
valentía, tampoco de miedos. Creo que es costumbre, y las costumbres son tan difíciles
quitárselas de encima.
Recuerdo que soy la que luchaba, recuerdo que soy la que
pedía presencia, ahora me voy y sabes tan bien como yo que me dejarás ir, como
siempre.
Hay un principio para mi muy cerca, necesito ir.
Todos los finales son fatales, sino sabes que vendrá.
Todos los principios son finales, disfrazados de
oportunidades.