Respiras y no consigues llenar tus pulmones, algo te lo
impide. Es la lágrima a la que obligas a abstenerse de caer. Por tu orgullo,
ese que hace algún tiempo tenías olvidado, ese que te hacía ser tu. Por él, hoy
le estás haciendo honores, y has dicho que no, que aunque no puedas más te
tienes que abstener, ya está bien.
Y sabes que hoy no era el día de sacarle
brillo a tu orgullo, ni a tu valentía, no. Hoy más bien era el día de estar
encogida entre sus brazos, mecida bajo su sonrisa, o arrinconada en el lado de
eso horizontal que hay en su habitación. Hoy era el día de dejarse tripular por
el viento de su respiración, así que imaginaos lo jodido que estará siendo subirte
a lo más alto de tu montaña y decir, ya no más.
Hay cosas que duelen cuando ya no está, cuando se van,
personas que arañan cuando están desapareciendo y que se agarran a tus piernas
como si tu ombligo fuese su hogar. Y tú enfurecida como un huracán te intentas
desquitar, aunque no sabes si realmente es lo que quieres. Y en realidad ya
estás cansada de hacer lo que tienes que hacer, lo que es bueno para ti, porque
ni eso a veces ha sido buena idea, así que mejor te ignoras. Y te encuentras al
borde de tu K2 particular, tu reto más difícil.
Tú no lo elegiste, nunca eliges, porque sabes que eso no es
lo mejor, lo mejor es combinar, lo mejor es sacar un poco de ti para todo y
todos, pero eso sí, no dueles y como no dueles, ya está bien.
Seguramente te dejarás cosas en su tintero, probablemente se
las lleve el viento cuando un día entre en el mar a dejarse llevar, o quizá
vuelen a su lado en uno de sus aviones, o de repente sin más te caigas en sus
pensamientos, pero como siempre no te lo hará saber. No debería avergonzarle, elegir no se nos da bien a todos, y
equivocarnos es el primer paso para aprender. El problema está cuando te
equivocas de persona, cuando te equivocas de jugador, y atacas a tu defensa.
Te van a golear.
No estoy, ya no estoy en tu piel.
No soy para ti.