lunes, 29 de julio de 2013

"No sé que acabó sucediendo, sólo sentí dentro dardos. ."

Corro y no por no necesidad.

Me invade un miedo atroz a tu llegada,
igual que el que siento antes de que te vayas,
como el que me encoge cuando ya no estás.

Porque si te vas, ¿para qué volver? 
aquí siempre es lo mismo, siempre igual.
Sigo odiando tus ronquidos y anhelando el mar. 

No hay reencuentros porque sé que te irás,
para qué celebrar que vuelves, cuando ni siquiera estás.

Como cuando descubres que los fantasmas son de verdad,
pero que disfrazados de personas van. 
O cuando te llega una llamada que no podías dejar escapar, 
y sin quererlo se te paraliza el alma.

Igual de inmenso que el alcohol en las heridas, 
o en las copas del bar. Igual de inútil que los besos que sin querer das.
Como las faldas que el aire deja levantar y las sonrisas 
que caminan por caminar.

No corro huyendo, ni para entrenar.
Corro porque es mi fórmula para dejarte marchar. 
Para sentirme más culpable, para no odiarte jamás.
Corro porque me lo dijeron tus ojos la primera noche, después de trasnochar.

Y me elevo en mi huida, no sé cuál será el final.
Salto, sin girarme hacia atrás, por si de repente, te apetece estar.




Miento si me olvido el verbo esperar.


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